martes, 14 de diciembre de 2010

KIKO AMAT - LA ESCUELA MODERNA

"D. PINCHAJES
Pinchar es educar. Pinchar es hacer bailar. Estos son los dos pilares que justifican y empujan un pinchaje. Ni se trata de sacar los discos a pasear, ni de atender a todas las peticiones de los
parroquianos. De hecho –aunque sobre esto existen diversas teorías y posicionamientos-, lo mejor es nunca atender las peticiones. Si lo hacen, estarán sentando un precedente peligroso para que cualquier Erasmus pusilánime tenga la desfachatez de pedirles “American music” cuando están pinchando 60’s punk de Texas o Screaming Trees (caso real), o “música para bailar” cuando acaban de poner Boots For Dancing o northern soul (caso real) o que pongan White Stripes o Franz Ferdinand o cualquier otra imbecilidad supina cuando suenan Billy Childish o Orange Juice.
Déjenme que les diga una cosa: Ustedes no son el chambelán de nadie. No son un mono de feria que dance al ritmo de los caprichos de una camada de estudiantes despistados. Ustedes
están abriendo un ventanuco para que esa horda de desagradecidos asome las narices a una riquísima cultura subterránea, a la que tendrían prohibidísimo el acceso de otro modo. Están ofreciendoun servicio. Les están haciendo un favor a esos desgraciados, y no al revés. Exijan un respeto.

Para rechazar las peticiones de plano y sin que dé pié a discusiones estériles con capullos, lo mejor es ser sinceros a bocajarro (“No acepto peticiones”, pero recomiendo aprenderla en inglés
por si pinchan en territorio enemigo en algún club del centro: “I don’t do requests, sorry”) o soltar alguna fácil mentira blanca. “No he traído ese disco”, por ejemplo.
Lo jodido de este último sistema es que puede eternizarse si se da el caso que el pedidor rehúse aceptar su derrota e insista en ir pidiendo cualquier desvarío que le venga a la cabeza. Sean educados y aparenten estar ocupadísimos con el sonido, aunque no tengan ni maldita la idea de qué significan los piturritos de Gain de la mesa de mezclas; esto acostumbra a hacerles desistir.
Otra cosa que deben tener en mente, por cierto, es que la gente va a ir a la cabina del pinchadiscos. O sea, no hay forma de evitarlo. Esa maldita pecera es un imán de freakazos (aunque, muy de vez en cuando, también de tías jamonas, ojo), y mejor que se acostumbren si quieren ir por el mundo poniendo discos buenos.

Alguna de esa gente será cortés, otra maleducada como si hubiese vivido en un establo toda su vida; algunos sabrán de qué hablan, otros no tendrán ni idea; muchos –esto es divertidísimo-
pretenderán saber qué disco está sonando cuando es obvio que no les suena de nada, y darán mil rodeos para enterarse sin preguntarlo directamente y arriesgarse a perder puntos de cool.
A éstos, pónganselo bien difícil; es muy posible que se trate de DJs-a-sueldo de algún club modernillo que pretenden capitalizar la rareza de sus discos sin haber pasado por los 20 años de arrastrarse como gusanos por anticuarios y casas de hombres muertos (ver punto b. Búsqueda y Captura).
Al enemigo ni agua, amigos; además, ese tipo cobrará por su sesión 10 veces más que nosotros,
no lo olviden. Y si hay que hacer cover-ups (un clásico del northern soul más competitivo: cubrir la galleta del disco para que no pueda identificarse el tema o artista), se hacen, corcho.
Personalmente, considero que el público ideal para un pinchaje debería ser un 30% de ellos con blocs de notas al lado de la cabina (aplausos opcionales) y el restante 70% bailando o, en su defecto, prestando extrema atención a cada uno de los temas pinchados.
Conversaciones vetadas, por supuesto, y tos condenable. Lo importante, siempre, son las canciones. Desgraciadamente, estas condiciones no se darán jamás. Lo normal para ustedes será pinchar en un antro con sonido de fosa abisal o cárcel turca, para gente intoxicada que habla a berridos (y que acabará derramando algo pegajoso en sus discos) y a la que le da igual si ponen Digable Planets o Michael Bolton. No se desanimen y denlo todo igualmente. Su sesión debe ser el mejor tipo de sesión posible, aunque no les mandaran a luchar contra los elementos.
Y una sesión ideal debe ser:

D.1) Lúdica: No hay nada más imbécil que el tipo que dice “yo pincho para mí, no para la gente”. Un pinchadiscos está para hacer que la gente lo pase bien. Esencialmente y con muchos matices, de acuerdo, pero esa finalidad honorable no debería ignorarse. Plantificarle a la audiencia una sesión entera de dos horas de Faust o free jazz cacofónico puede parecer una gran idea, pero no lo es. Si buscamos comunión con un público, como todo tipo de arte tendría que buscar (y pinchar es un arte), hay que esgrimir un porcentaje razonable de empatía. Sin doblarnos ante la mediocridad ni poner en peligro nuestros principios, hemos de ira buscar la comunicación con ese señor de la pista al que parece que le ha dado un ataque de epilepsia. Aunque no conozca ninguna canción, ese tipo debería estar bailando, sonriendo, pogueando, en la calle prendiendo fuego a
sucursales bancarias o fornicando en el lavabo. Pero indiferente o aburrido, nunca.

D.2) Rara: Estamos en la era del CD, de Internet y de la descarga. Cualquier peinado-con-patas puede poner Gang of Four, Kinks o Sex Pistols, así que esfuércense un poco. Estamos educando a una generación en los mejores discos del mundo. Salgan ahí fuera y demuestren qué frutos han
dado estos años de soledad extrema y alergias gravísimas.
Saquen las joyas de la corona. Pero no se pasen; miren bien el punto 3.

D.3) Variada: Todo pinchaje monocromático y homogéneo –o basado exclusivamente en lo ignoto de las canciones termina siendo tedioso. Da igual si es funk, o punk, o mod freakbeat; al final, cansa. Junten pues rarezas con algún semi-clásico, pero su propio estándar de clásico, no el del
mainstream; no pongan Aretha Franklin si están pinchando soul, ni el You really got me si están pinchando 60’s, etc. Para hacer cosas así ya está Radio 80, o un jukebox, o el peinado-con-patas del punto anterior.
Mezclen también estilos a placer, y cambien de tempo de vez en cuando, sin recalar durante demasiado rato continuado en el trunkatrunkatrunka a 100ph ni el midtempo. Y, sobretodo, que
la música que pongan sea:

D.4) Bailonga: Más o menos. Quiero decir: no pongan baladas ni deprimente rock semi-gótico ni música ambiental. No pongan fuzz-freakouts de seis minutos de grupos de Seattle, por buenos que sean. Aunque Tuxedomoon sean gigantes, no son pinchables. Aunque Colleen sea una
genio, sus canciones son narcóticas y parece que vayan a la velocidad incorrecta. Esto no tiene nada que ver con la calidad de las canciones; el deep soul, que es la música más hermosa que existe, la mayoría de las veces es inpinchable. Y no pasa nada; se escucha en casa felizmente.
Una sesión debe ser relativamente energética, cantable a pesar de su dislocación, danzable a pesar de su extrañeza.

Y una cosa más:
La soledad del DJ de fondo es uno de los atributos colaterales más bonitos que posee este arte. Esa soledad, el estar acompañado tan sólo por las canciones de nuestra vida sin que haga falta nada más en el mundo, metidos en aquel acuario, tratando de ordenar un universo emocional en caos a base de música exultante... Eso es hermoso. Y el ir y regresar del club, bolsa en hombro, aquella sensación inexplicable de autonomía, de ser un pionero, un explorador, un viajero. Valen la pena por sí mismos, se lo juro.

Pinchar con colectivo o a cuatro manos es, sin embargo, otra experiencia gratificante. Interactuar con otro par de manos, o unir esfuerzos en una progresión de sesiones igualmente inspiradoras,
si bien distintas, puede ser altamente satisfactorio. Sólo dos puntualizaciones:

1) No pinchen a cuatro manos con alguien de quien no conozcan al dedillo su colección de discos. Este método de pinchar sólo puede hacerse con almas gemelas. Si lo prueban con alguien que no lo sea van a acabar escuchando a los Chameleons, y encima pinchados tras su estupenda canción
de The Zebras. Y, lo que es mucho peor, cuando suene esa porquería y todo el mundo mire a la cabina, muchos van a asumir que la han puesto ustedes. Eviten esta humillación y nunca compartan cabina con alguien que tiene discos de mierda. No vale la pena, y van a acabar a puñetazos.

2) Tengan siempre a un abstemio o a un control freak en su colectivo. Es el que cronometrará los tiempos de cada uno, establecerá los órdenes de pinchaje y la logística. Cuando todos los pinchadiscos son unos borrachos –algo que suele suceder a menudo- la cosa acaba en sindiós. El que cree que ha pinchado menos que los demás, el que quiere hacer el último set sin que le toque, el que no se acuerda de que efectivamente ha pinchado hace tan sólo media hora, el que se ha caído del escenario y fracturado una vértebra lumbar... Lidiar con todo esto es una brasa, pero a alguien le toca hacerlo. En el caso personal del colectivo de quien esto escribe, HUNGRY BEAT, la persona escogida es el pulcro y educado Miguel López. Un tesoro, aunque en las noches de autos nos caguemos en su estampa.
Por cierto, cuando más arriba decía lo de que cuando uno pincha no necesita nada más en el mundo... Bien: era mentira.
Hacen falta cosas. Bebida a mansalva, sin ir más lejos. Y cigarrillos, si esa es su particular debilidad. Fumar for england, beber como un energúmeno, poner canción brillante tras canción
brillante... O sea, esto es mejor que el sexo. No hay nada en el mundo mejor que pinchar discos medio ebrio y fumeteando como un taxista de Shangai. Garantizado.
Sólo una advertencia: Los Discjockeys, como ustedes ya saben, nunca pagan el alcohol que atolondradamente ingieren. Esto, que parece una bendición divina, es también una maldición.
Pues la falta de moderación ante la gratuidad espirituosa es la verdadera enfermedad del DJ, mucho más común y mucho peor que el carpal tunnel syndrome que padecen los turntablistas.
Por eso les recomiendo que no hagan el agonías con la bebida o acabarán por los suelos, perdiendo discos, metiéndolos todos en las carátulas equivocadas, cortando canciones a medias,
derramando el contenido de botellas y quemando a gente con su desmadrada sucesión de pitillos encadenados. Rectifico: Intenten minimizar esa ansia. Lo que acabo de relatar va a pasarles igual
tarde o temprano. De lo que se trata aquí, pues, es de reducir los famosos efectos destructivos de la situación There’s a drunken DJ in the house, también llamada (Pol Malone dixit) Last night
a DJ wrecked my house."

Hacía tiempo que tenía ganas de reseñar este grandísimo artículo de LA ESCUELA MODERNA. Aunque Kiko Amat se ha mudado a www.kikoamat.com merece mucho la pena echarle un vistazo a los 6 números en PDF, así como al blog. Disfrútalo.

1 comentario:

  1. Qué grandísimo artículo-manifiesto. Me lo he pasado en grande leyéndolo. Gracias

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